Un manjar con sabor a tierra, fuego y comunidad
En una era en la que la velocidad ha contaminado hasta la cocina, los calçots se resisten a rendirse a las prisas. Estas cebolletas dulces, alargadas y ligeramente carbonizadas por fuera, son mucho más que un producto de la huerta: son el alma de una de las tradiciones gastronómicas más queridas en Cataluña, en especial en las comarcas de Tarragona, Lleida y Barcelona. La calçotada no es sólo un ritual culinario: es una celebración de la tierra, del fuego y de la mesa compartida.
Orígenes rurales y popularización
Aunque sus orígenes se remontan a las costumbres agrícolas de finales del siglo XIX, se suele atribuir al campesino Xat de Benaiges, natural de Valls (Tarragona), el mérito de haber desarrollado el método de cultivo del calçot tal y como se conoce hoy. Lo que empezó como una comida de campo para compartir entre trabajadores se ha convertido en una seña de identidad cultural.
Cómo se celebra una calçotada tradicional
La calçotada es un evento colectivo que combina fuego, humo, salsa y risas. El escenario ideal es el campo o un restaurante rural, con una buena parrilla al aire libre. Los calçots se cocinan enteros, sin pelar, sobre llamas vivas hasta que el exterior queda negro y chamuscado, pero el interior tierno y jugoso.
Valls, capital mundial del calçot
El epicentro de esta tradición es Valls, en la comarca del Alt Camp. Allí se celebra cada año, desde 1982, la Gran Festa de la Calçotada, el último domingo de enero. Se trata de un evento que reúne a miles de personas con concursos de pelado y consumo de calçots, exhibiciones, desfiles y puestos gastronómicos.
Otros enclaves donde disfrutar del ritual
Aunque Valls es la meca, hay muchas otras zonas de Cataluña donde las calçotades tienen gran arraigo. En la Conca de Barberà, el Penedès, el Bages o el Priorat, pueblos y bodegas combinan gastronomía y enoturismo con este rito de invierno.
Un símbolo gastronómico con futuro
Lejos de perderse, la calçotada se reinventa. Hay versiones vegetarianas, con verduras a la brasa como plato principal, adaptaciones gourmet en restaurantes de alta cocina, y hasta food trucks que sirven calçots en ferias gastronómicas.
Una fiesta de los sentidos y la identidad
Más allá del humo y el sabor, los calçots representan un tipo de cocina en peligro de extinción: la que se comparte sin reloj, la que se vive con todos los sentidos, la que une a generaciones en torno a una mesa sin etiquetas ni prisas.