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Muriel Romero y la Revolución Inmersiva de la Danza

Por Redacción

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La nueva piel del movimiento: danza como experiencia total

En un teatro sin telón, sin cuarta pared, y sin fronteras perceptivas claras, se levanta una obra que no solo se baila: se habita, se respira, se transita con todos los sentidos. La Compañía Nacional de Danza, dirigida por la coreógrafa Muriel Romero desde su reciente nombramiento, irrumpe en el panorama internacional con #INCUBATIO Circumambulatio, un manifiesto escénico donde cuerpo, espacio y tecnología se funden en un rito contemporáneo de alto voltaje sensorial.

La obra, estrenada en primavera de 2025, no es simplemente un espectáculo: es una experiencia inmersiva que reformula los límites entre danza, instalación interactiva, performance filosófica y realidad expandida. Romero se ha inspirado en ritos órficos, los textos de Parménides, la teoría de los arquetipos de Carl Jung y la práctica meditativa del caminar ritual —la circumambulatio— para proponer una nueva cartografía del cuerpo escénico.

Muriel Romero: una visionaria del movimiento

Antes de llegar a la dirección de la Compañía Nacional de Danza, Muriel Romero ya era reconocida internacionalmente como una de las pioneras de la danza computacional en Europa. Formada en danza clásica, contemporánea y nuevas tecnologías, Romero ha desarrollado durante décadas una obra profundamente interdisciplinar junto a su pareja artística, Pablo Palacio, y desde plataformas como el Instituto Stocos.

Su aproximación al movimiento siempre ha estado atravesada por preguntas radicales: ¿Cómo piensa el cuerpo? ¿Puede la danza programarse sin perder su alma? ¿Qué ocurre cuando la coreografía se convierte en un sistema dinámico vivo?

En #INCUBATIO, estas inquietudes cristalizan en un lenguaje escénico que integra algoritmos de inteligencia artificial, sensores biométricos, sonido generativo y escenografía digital reactiva, todo sin renunciar a la potencia poética y simbólica del cuerpo humano en escena.

Arquitectura del rito: del sueño órfico a la tecnología del alma

El título de la obra remite a un antiguo ritual onírico practicado en santuarios griegos: la incubatio, donde los fieles dormían en templos esperando recibir revelaciones en sueños. En esta propuesta, el espectador no es un simple testigo, sino un “soñador activo” que se adentra en una experiencia multisensorial guiada por los cuerpos danzantes.

La escenografía está compuesta por una estructura circular envolvente, inspirada en los tholoi del mundo helénico, dentro de la cual la danza sucede en 360°. Proyecciones generativas crean un paisaje visual fluctuante, mientras que el sonido se construye en tiempo real a partir de los movimientos, ritmos cardiacos y respiración de los intérpretes.

La coreografía, lejos de seguir una narrativa lineal, se basa en patrones de movimiento geométrico y en principios de improvisación estructurada. El cuerpo no representa: revela. Es oráculo, es médium, es interfaz. La obra se desarrolla como una caminata lenta y ritual —la circumambulatio— donde los bailarines giran alrededor del espacio sagrado, evocando un retorno al centro, al arquetipo, al origen.

Cuerpo aumentado: danza e inteligencia artificial

Uno de los aspectos más fascinantes de la obra es la integración de inteligencia artificial como “compañera coreográfica”. Los sistemas utilizados aprenden los patrones de los bailarines, generan respuestas sonoras y visuales, y reconfiguran la escenografía en función del estado emocional y físico del cuerpo en escena.

La propuesta tecnológica no es decorativa: es constitutiva. Romero no usa la IA como una herramienta externa, sino como parte activa del ecosistema creativo. Cada función es distinta, porque el sistema reacciona en tiempo real. La obra está viva, muta, respira con quienes la habitan.

Además, se utilizan trajes con sensores hápticos que permiten al público (en pases especiales) sentir en su cuerpo las vibraciones que emite cada movimiento, creando una verdadera conexión empática entre escena y platea.

Una estética del futuro: minimalismo ritual y lujo sensorial

La propuesta visual de #INCUBATIO es un equilibrio perfecto entre minimalismo y sofisticación. El vestuario, diseñado por Lucas Balboa, combina tejidos técnicos con referencias al drapeado griego clásico. Los colores —blancos, negros, tonos carne y oro— refuerzan la sensación de estar en un sueño arquetípico atemporal.

La iluminación, firmada por la diseñadora internacional Lucía Figueroa, evita el efecto espectáculo para crear atmósferas líquidas y envolventes. La luz se comporta como un líquido escénico que inunda, esculpe y dialoga con los cuerpos.

Desde la óptica del lujo contemporáneo, la obra representa una vanguardia estética alineada con los valores de exclusividad, experiencia y sensibilidad tecnológica. Es arte para los sentidos más exigentes, para aquellos que buscan no solo consumir cultura, sino transformarse a través de ella.

Crítica y recepción: una obra que redefine la danza nacional

La crítica ha sido unánime en calificar la obra como un punto de inflexión en la historia reciente de la Compañía Nacional de Danza. Medios como El País, Le Monde y Financial Times han destacado su “ambición estética radical”, su “integración orgánica de tecnología y filosofía” y su “reinvención del espacio escénico como matriz emocional”.

El público, tanto especializado como general, ha respondido con entusiasmo a la experiencia inmersiva. Las entradas para sus funciones en Madrid y París se agotaron en pocas horas, y ya se proyectan giras internacionales por Japón, Dubái, Toronto y São Paulo.

El futuro de la danza está aquí

#INCUBATIO Circumambulatio no es solo una obra: es una declaración de intenciones, una apertura de ciclo. Con Muriel Romero, la Compañía Nacional de Danza entra en una nueva etapa donde el cuerpo ya no baila desde el pasado, sino desde un presente expandido, hiperconectado y profundamente humano.

En un tiempo donde lo escénico compite con pantallas, algoritmos y estímulos constantes, Romero demuestra que la danza puede ser el lugar donde todo converge: arte, tecnología, mito, ciencia y emoción. Y lo hace sin comprometer la belleza, la exigencia técnica ni el misterio.

Porque si algo deja claro esta pieza, es que el futuro no ha de ser frío ni deshumanizado. Puede —y debe— ser sensual, simbólico, y radicalmente bello.