El hallazgo: un edificio con espíritu intacto
Situado en uno de los barrios más nobles de Buenos Aires, el dúplex ocupa parte de un edificio de 1905, una joya de inspiración francesa que conserva sus molduras, pisos de roble y ventanales originales. La restauración fue minuciosa, pensada para respetar el alma del inmueble y adaptarlo a un modo de habitar contemporáneo.
“Lo importante era escuchar lo que el edificio tenía para decir”, confiesa la diseñadora. “Cada pared contaba una historia, solo había que traducirla en una nueva forma de vivirla”.
Arquitectura: un diálogo entre épocas
El proyecto estuvo a cargo de los arquitectos Sebastián Marino y Ramiro López Saubidet, junto a la interiorista Cecilia Lagos Mármol. La intervención mantuvo la estructura original, pero reorganizó los espacios con un sentido fluido y natural.
El antiguo entrepiso se transformó en un segundo nivel de circulación abierta, donde las claraboyas bañan los ambientes con luz natural. Las bóvedas de ladrillo a la vista se conservaron como gesto poético, creando un contraste equilibrado con el mobiliario moderno y las piezas de arte contemporáneo.
Materiales nobles como la madera natural, el mármol y la piedra pulida se combinan con hierro negro y géneros tejidos a mano, dando vida a un espacio que respira serenidad y calidez.
El corazón del hogar: luz, arte y calma
La biblioteca, revestida en tonos tierra, es el alma íntima de la casa. Libros, esculturas y fotografías familiares conviven en perfecta armonía. En el salón principal, una lámpara de vidrio soplado francés flota sobre una mesa ovalada hecha a medida, mientras los ventanales enmarcan vistas al patio interior.
En la cocina, el mármol veteado y la madera oscura dialogan con una iluminación sutil. Los electrodomésticos permanecen ocultos, en coherencia con una estética donde la tecnología se somete a la belleza.
El resultado es un espacio sereno y luminoso, donde la vida cotidiana se vuelve un acto estético en sí mismo.
Un estilo que trasciende fronteras
La autora del proyecto ha construido una identidad visual reconocible: mezcla de sofisticación europea y esencia porteña, donde cada objeto cuenta una historia. Para ella, el verdadero lujo no está en la ostentación, sino en la autenticidad.
“El lujo es tiempo, es silencio, es saber elegir sin prisa”, afirma. Y ese principio guía cada rincón de la casa, donde las texturas naturales, las obras de arte y la luz se funden en una experiencia sensorial coherente.
Una creadora con alma viajera
Con una mirada que combina sensibilidad contemporánea y respeto por la tradición, la propietaria de esta vivienda convirtió un edificio histórico en un refugio lleno de calma y belleza. Cosmopolita por vocación —con una vida entre París, Milán y Buenos Aires—, encontró en esta ciudad el escenario ideal para plasmar su visión: unir la historia arquitectónica con el confort actual.
