Desde el 10 de septiembre hasta el 18 de octubre, la galería Gagosian en Chelsea (555 West 24th Street) acoge una de las muestras más esperadas de Cady Noland. La artista estadounidense, conocida por su trabajo incisivo en torno a la cultura y los símbolos de poder en Estados Unidos, vuelve al circuito neoyorquino tras años de silencio expositivo.
Una presencia esquiva en el arte contemporáneo
Noland ha cultivado un perfil discreto desde comienzos de los años 2000, evitando apariciones institucionales y mediáticas. Por ello, esta exposición supone un reencuentro con su producción más reciente, presentando esculturas y ensamblajes que reafirman su mirada crítica sobre la violencia, el consumismo y la identidad colectiva.
Diálogo con Steven Parrino
Por otro lado, la muestra no se presenta en solitario: por invitación de Noland, se exhiben también obras de Steven Parrino, artista con el que mantuvo un estrecho vínculo creativo. En este sentido, el gesto curatorial establece un diálogo entre lenguajes plásticos distintos —escultura y pintura—, unidos por una energía compartida de confrontación estética.
Polaroids 1986–2024
Además, una de las grandes novedades que acompaña la exposición es la publicación del libro «Cady Noland: Polaroids 1986–2024». El volumen reúne más de tres décadas de imágenes tomadas durante el proceso de creación y montaje de sus esculturas. Estas fotografías funcionan como diario visual y como obra de artista, ofreciendo una perspectiva íntima y poco conocida de su práctica.
Un regreso cargado de tensión simbólica
Entre las piezas que pueden verse destacan objetos industriales, placas policiales, estructuras metálicas y fragmentos culturales encapsulados en bloques de acrílico. Así, la disposición en sala refuerza la tensión que siempre ha caracterizado su trabajo: una exploración de los límites entre violencia, estética y memoria colectiva.
Un acontecimiento para el calendario cultural
Finalmente, el regreso de Noland a Nueva York convierte esta muestra en una de las citas más importantes del otoño artístico en la ciudad. Sin embargo, más allá del acontecimiento mediático, su reaparición confirma la vigencia de un discurso que, más de tres décadas después de sus primeras obras, sigue interrogando con fuerza el presente social y cultural estadounidense.
