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Cuidado premium para el contorno de ojos al estilo Chanel y Dior

Por Redacción

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Hasta hace unos años, los parches para el contorno de ojos eran un producto discreto, reservado para momentos de autocuidado en casa o tratamientos en cabinas de belleza. Hoy, en pleno 2025, se han transformado en un símbolo de estatus, estética y pertenencia cultural, protagonizando selfies, rutinas virales en TikTok y apariciones en las pasarelas más exclusivas.

Los parches ya no se esconden. Se exhiben. Su función tradicional de descongestionar, hidratar o iluminar el contorno ocular permanece, pero ahora vienen acompañados de un diseño llamativo, logos reconocibles y un aura de exclusividad.

La popularización de los parches como accesorio visible comenzó tímidamente con influencers que documentaban sus rutinas matutinas mientras se maquillaban o preparaban para eventos. Sin embargo, fue la aparición de figuras como Hailey Bieber, Kylie Jenner o Kim Kardashian en sesiones de fotos, promociones de marcas o incluso en la calle portando parches, lo que consolidó el fenómeno.

El giro llegó cuando casas de alta costura como Dior, Chanel o Givenchy lanzaron sus propias versiones de parches con logos icónicos en dorado, plateado o monograma, haciéndolos tan deseables como un bolso o un perfume. Esta estrategia convirtió un producto funcional en una pieza de lujo al alcance de pocos.

Viralidad y aspiración: el impulso de las redes sociales

Plataformas como TikTok e Instagram desempeñaron un papel crucial. En lugar de eliminar las imperfecciones de la piel con filtros, millones de usuarios comenzaron a compartir sus «no makeup mornings» llevando parches como declaración estética. Así nació una nueva tendencia: el skincare performativo, donde el cuidado de la piel ya no es un acto íntimo, sino una narrativa visual que se comparte y se admira.

Para las firmas de cosmética, los parches son una oportunidad estratégica. Su precio —en muchos casos, superior a 100€ por 6 o 8 unidades— permite posicionarlos como un lujo accesible dentro de una línea premium. Marcas como 111SKIN, Chanel, La Mer o Shiseido han reforzado su inversión en este formato, incorporando ingredientes como oro coloidal, caviar, ácido hialurónico encapsulado o células madre vegetales.

Pero además del contenido, el envase, el diseño y la experiencia sensorial son fundamentales. “Ya no basta con que el parche funcione. Tiene que ser fotografiable”, explica una responsable de desarrollo de producto de una firma de lujo. El objetivo: que el cliente quiera mostrarlo tanto como usarlo.

Autocuidado, lujo y soft power

Este auge se alinea con una tendencia global: el bienestar como nueva forma de poder blando. El mensaje que envían quienes usan estos productos de forma visible es claro: “Me cuido, tengo tiempo, recursos y conocimiento para invertir en mí”. En tiempos donde la salud mental y la apariencia están profundamente entrelazadas, el cuidado del rostro se convierte en un manifiesto visual de bienestar y control.

No es casualidad que este fenómeno haya arraigado especialmente entre las generaciones Z y millennials, que priorizan marcas con propósito, diseño atractivo y experiencias personalizadas. Para ellas, los parches de ojos no solo son eficaces; son una expresión de identidad.

Aunque hay voces que señalan el riesgo de saturación o frivolización del producto, lo cierto es que la categoría se consolida. Se espera que el mercado global de parches faciales —incluidos los de ojos— crezca a doble dígito en los próximos tres años. Los retailers de lujo ya dedican secciones específicas a estos productos, y su presencia en aeropuertos, spas y hoteles de cinco estrellas es cada vez mayor.

En definitiva, los parches de ojos han dejado de ser un paso opcional en la rutina de belleza para convertirse en un símbolo de una nueva forma de consumir lujo: íntima, consciente, visible y compartible. Y todo indica que han llegado para quedarse, no solo en nuestros rostros, sino también en nuestra narrativa estética personal.