En lo alto de un cerro escarpado que domina el curso del río Duero, en la provincia de Soria, se alza una mole pétrea que parece desafiar al tiempo: el Castillo de Gormaz. Construido en el siglo X, este bastión no solo es considerado la fortaleza califal más extensa de Europa, sino también un símbolo de las tensiones entre los reinos cristianos y musulmanes que durante siglos marcaron la historia de la Península Ibérica.
Con sus más de 1.200 metros de perímetro amurallado, su aspecto imponente y sus espectaculares vistas estratégicas, Gormaz fue durante siglos una pieza codiciada por su posición de control sobre la frontera natural del Duero. Pero más allá de su grandeza arquitectónica y militar, el castillo forma parte esencial de una de las leyendas más fascinantes de España: la del Cid Campeador, el caballero castellano que ha inspirado literatura, cine y tradición popular.
Orígenes islámicos de una joya militar
Aunque el cerro de Gormaz estuvo ocupado desde tiempos prerromanos, el castillo actual fue erigido durante el califato de Córdoba, bajo el mandato de Al-Hakam II, alrededor del año 965 d.C.. Su construcción respondía a la necesidad de reforzar la frontera norte de Al-Ándalus frente al avance cristiano, y su colosal tamaño lo convertía en un símbolo del poder omeya.
La arquitectura original responde al diseño islámico, con torres rectangulares, murallas de tapial y sillares calizos, y una planificación concebida para resistir largos asedios. Fue considerado, incluso por sus enemigos, un ejemplo de ingeniería militar adelantado a su tiempo.
Sin embargo, a pesar de su origen musulmán, Gormaz cambiaría de manos en varias ocasiones. Las guerras de frontera convirtieron a esta fortaleza en un tablero de ajedrez donde se jugaban las estrategias más ambiciosas de cristianos y musulmanes.
El Cid y Gormaz: entre la historia y la épica
El vínculo entre el Cid y Gormaz no es solo literario. Rodrigo Díaz de Vivar, el famoso Campeador, no solo conoció la fortaleza sino que llegó a ser su alcaide (gobernador militar). Este hecho, registrado en crónicas de la época, ha servido como sustento para algunas de las escenas más vibrantes del Cantar de Mio Cid, el gran poema épico de la literatura española.
En torno al año 1087, tras su destierro ordenado por el rey Alfonso VI, el Cid puso sitio a Gormaz y a otras fortalezas estratégicas de la región. Algunas fuentes señalan que, durante un periodo, logró controlar este bastión, aunque su posesión fue efímera. Otras versiones, como la del historiador Ramón Menéndez Pidal, defienden que el Cid llegó a ser gobernador de Gormaz durante sus años de servicio a Sancho II de Castilla.
Más allá de la historia documentada, el castillo aparece en la tradición oral y escrita como uno de los escenarios de las hazañas de Rodrigo. En una de las leyendas más conocidas, el Cid reta a duelo a un noble musulmán desde las almenas de Gormaz, una imagen poderosa que mezcla honor, valor y estrategia, componentes esenciales del mito cidiano.
La fortaleza de las mil vidas
Durante los siglos XI y XII, Gormaz pasó de mano en mano. Fue reconquistado por Fernando I de León, perdido de nuevo ante los almorávides, y recuperado más tarde por Alfonso VI. En cada etapa, la fortaleza fue adaptándose, incorporando elementos cristianos y musulmanes, convirtiéndose en un testimonio pétreo de la convivencia y el conflicto.
El castillo contaba con una puerta califal monumental, única en su género en Castilla, y un aljibe capaz de garantizar agua durante largos asedios. También tenía una torre del homenaje que dominaba toda la llanura y permitía controlar el paso entre Berlanga y El Burgo de Osma.
La importancia estratégica de Gormaz fue decayendo con el avance de la Reconquista hacia el sur. A medida que la línea fronteriza se desplazaba, la fortaleza fue perdiendo su función militar hasta quedar prácticamente abandonada en la Baja Edad Media.
De ruina olvidada a joya patrimonial
Durante siglos, Gormaz languideció. Sus muros fueron usados como cantera, y la falta de mantenimiento lo convirtió en una ruina romántica. Sin embargo, a partir del siglo XX comenzaron las campañas de restauración y conservación, encabezadas por instituciones como la Junta de Castilla y León y el Ministerio de Cultura.
Hoy, el castillo está abierto al público y es uno de los grandes atractivos turísticos de la provincia de Soria. Su visita permite comprender la dimensión real de las guerras de frontera, pero también revivir el eco de una época en la que la espada, la fe y el honor se entrelazaban en un paisaje épico.
Gormaz no solo es una fortaleza; es un símbolo de la Edad Media española, un escenario donde confluyen historia, arquitectura y mito. Y en su cima, con el viento azotando las murallas y el horizonte castellano desplegado a los pies, es fácil imaginar la silueta del Cid, con su espada Tizona al cinto, observando desde la atalaya uno de los territorios más disputados de la historia de España.