Un destino que se reinventa con elegancia
En el corazón del Atlántico, Madeira emerge como un destino que combina naturaleza, sofisticación y autenticidad. En los últimos años, la isla portuguesa ha redoblado su apuesta por el turismo de alta gama, presentando campañas como “Madeira. Es todo lo que deseas”, que subrayan su diversidad: aventura, bienestar, gastronomía y cultura.
Además, el archipiélago ha recibido el reconocimiento como Destino Turístico Sostenible, un título que refuerza su compromiso con el medioambiente y la excelencia en la experiencia del visitante. No se trata de un lujo ostentoso, sino de uno refinado, arraigado en la esencia natural y cultural del lugar.
Naturaleza y experiencias para todos los sentidos
De Funchal a las cumbres nubosas
La capital, Funchal, es el punto de partida perfecto. Sus calles adoquinadas y sus fachadas floridas invitan a perderse con calma. El Mercado dos Lavradores, con su explosión de colores, aromas y productos locales, resume el espíritu de la isla. Muy cerca, el Jardín Botánico despliega vistas panorámicas sobre la bahía, mientras que el teleférico hacia Monte permite ascender hasta los Monte Palace Gardens, un rincón de exotismo que culmina con el descenso en los tradicionales carros do cesto, una experiencia que ningún viajero olvida.
Por otra parte, quienes buscan silencio y naturaleza encontrarán en las levadas —antiguos canales de riego reconvertidos en senderos— un paraíso para el senderismo. Rutas como la Levada do Caldeirão Verde o la Levada dos 25 Fontes se adentran en la laurisilva, un bosque húmedo declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO.
Y si se desea elevar la experiencia, la caminata entre los picos Arieiro y Ruivo, literalmente entre nubes, ofrece una de las panorámicas más sublimes del Atlántico.
Entre acantilados y aldeas de postal
Postales vivas de la Madeira más auténtica
A medida que se avanza hacia la costa, la isla revela otra faceta. En Câmara de Lobos, un pueblo pesquero de ensueño que enamoró a Winston Churchill, el tiempo parece haberse detenido. Más adelante, el Cabo Girão —uno de los acantilados más altos de Europa— invita a mirar el mundo desde una pasarela de cristal suspendida a 580 metros sobre el océano.
Además, el norte sorprende con las piscinas naturales de Porto Moniz, un espectáculo geológico donde la lava y el mar se funden en calma. En Santana, sus casas triangulares con techos de paja evocan las raíces rurales de Madeira, mientras que Calheta ofrece la posibilidad de relajarse en una playa de arena dorada, algo poco habitual en la isla.
Un clásico eterno que marca la diferencia
Entre los alojamientos de cinco estrellas, Reid’s Palace, A Belmond Hotel, destaca como sinónimo de distinción. Situado sobre un acantilado frente al Atlántico, este histórico hotel ofrece jardines tropicales, vistas infinitas y un servicio legendario que ha cautivado a huéspedes ilustres durante más de un siglo.
Cada detalle —desde los desayunos con vistas al mar hasta el té de la tarde en la terraza— respira tradición y refinamiento. Su spa, con tratamientos inspirados en el entorno natural, y sus restaurantes gourmet, liderados por chefs de prestigio, completan una experiencia digna de las más exigentes publicaciones de viajes.
Por otra parte, su ubicación, a pocos minutos del centro de Funchal pero rodeada de paz, permite disfrutar de lo mejor de ambos mundos: la serenidad atlántica y la vitalidad urbana.
La esencia del lujo natural
Madeira no necesita artificios. Su verdadera riqueza reside en su armonía entre naturaleza, cultura y bienestar. Cada rincón parece diseñado para inspirar calma y belleza.
Por eso, viajar a esta isla no es solo una escapada: es una inmersión en el arte de vivir despacio, con estilo y autenticidad.
