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Matrimonios de Hielo

Por Redacción

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En lo más alto del mundo, donde los picos nevados acarician el cielo y el aire es tan escaso como sagrado, una antigua ceremonia vuelve a cobrar protagonismo. No se trata de una boda común, sino de una unión ritual entre dos glaciares. En los valles remotos del Himalaya indio y nepalí, poblaciones indígenas han celebrado durante siglos el “matrimonio entre glaciares”, una práctica espiritual cargada de simbolismo y cada vez más reivindicada como un gesto de resistencia ante la crisis climática.

El matrimonio entre glaciares (conocido localmente en Ladakh como «ganglas nupcha») es una ceremonia de fertilidad que data de siglos atrás. La creencia es sencilla pero profundamente poética: al unir dos glaciares simbólicamente, se favorece la creación de nuevos manantiales de agua, esenciales para la vida en estos áridos y frágiles ecosistemas.

Estos ritos, celebrados con cantos, danzas y ofrendas, implican a las comunidades enteras. Hombres y mujeres caminan durante días hasta los glaciares elegidos. Allí colocan representaciones nupciales hechas con banderas de oración, piedras decoradas y muñecos de hielo que simbolizan a los “novios”.

En la tradición budista tibetana y en otras cosmovisiones del Himalaya, los glaciares son entidades vivientes. Se les habla, se les escucha, y se les honra. Cuando los glaciares se casan, no sólo se busca unir masas de hielo, sino invocar el equilibrio entre el cielo y la tierra.

De lo espiritual a lo ecológico

Con el paso del tiempo, esta ceremonia ha ido adquiriendo nuevas connotaciones. Mientras los efectos del calentamiento global se agravan en la región —la temperatura media del Himalaya ha aumentado el doble que el promedio global—, las comunidades han reinterpretado este ritual como una acción simbólica de lucha climática.

En Ladakh, por ejemplo, activistas y monjes han retomado el matrimonio glaciar para llamar la atención sobre el deshielo acelerado. En 2019, una ceremonia multitudinaria unió dos glaciares cerca del monte Stok Kangri, con la participación de cientos de personas y cobertura internacional. El evento sirvió para denunciar la desaparición de masas glaciales que, hasta hace poco, alimentaban los ríos vitales para millones de personas aguas abajo.

“El matrimonio de glaciares es también un llamado a las montañas”, explicó el monje Sonam Dorje, organizador del evento. “Si el hombre destruye el equilibrio, el agua no vendrá. Pero si respetamos el ciclo natural, los glaciares volverán a nacer”.

Glaciares como novios: mitología y ciencia

La ciencia ha demostrado que, en ciertas condiciones, pequeños glaciares pueden crecer si se acumula suficiente hielo o si se conectan a masas mayores. Aunque el matrimonio glaciar no tiene efectos directos sobre la masa de hielo, la combinación del ritual con prácticas de conservación, como el uso de “estupas de hielo” —estructuras artificiales para almacenar agua congelada—, sí ha dado resultados positivos.

En zonas como Sikkim o Spiti, donde se ha documentado el matrimonio de glaciares desde el siglo XIX, estos ritos se han vinculado a la gestión comunitaria del agua. Las aldeas deciden de forma colectiva cómo proteger los glaciares “casados” y se imponen normas para preservar su entorno.

Los novios glaciales suelen recibir nombres simbólicos: el glaciar masculino representa la fuerza y la provisión, mientras el glaciar femenino simboliza la fertilidad y la continuidad. A menudo, estos roles también reflejan las relaciones sociales dentro de las comunidades, aunque hoy día se observa una creciente adaptación de estos símbolos a discursos más inclusivos.

Una cultura bajo amenaza

Pese al renacer de estas ceremonias, la presión climática y económica amenaza con borrar este legado. Más de un tercio de los glaciares del Himalaya podrían desaparecer antes de 2100, incluso si se cumplen los compromisos climáticos actuales. A esto se suman la migración de jóvenes a las ciudades, el desinterés institucional y el turismo desregulado.

Organizaciones locales, como la Himalayan Institute for Water and Culture, han lanzado campañas educativas para recuperar estas tradiciones entre los más jóvenes. En colaboración con escuelas y monasterios, buscan documentar los rituales, formar guías locales y proponer rutas turísticas sostenibles que respeten el valor espiritual de los glaciares.

“Cuando se pierden los glaciares, no sólo desaparece el agua”, dice la antropóloga Dolma Tsering. “Se pierde también un idioma, una forma de mirar el mundo, una espiritualidad construida en la nieve”.

Del símbolo a la acción

En un mundo cada vez más urgido de soluciones climáticas, la tradición del matrimonio entre glaciares ofrece una lección poderosa. No por su efecto físico sobre el hielo, sino por su capacidad para conectar a las personas con su entorno de una manera sagrada y colectiva.

Quizá no todos los glaciares puedan casarse, pero sí podemos unir nuestras voluntades para protegerlos. Y en esa unión simbólica, como en toda ceremonia de amor, renace la esperanza.