El icono que nació en el Bernabéu
En un deporte donde la velocidad y el vértigo suelen eclipsar la estética, José Miguel González Martín del Campo, conocido mundialmente como Míchel, logró abrirse un espacio singular: el del futbolista que combina clase, carácter y pensamiento táctico. Nacido en Madrid en 1963, creció con la mirada puesta en el Santiago Bernabéu y con la convicción de que algún día vestiría la camiseta blanca. Lo consiguió, y no solo eso: se convirtió en un pilar fundamental de una de las generaciones más recordadas del club.
Una carrera forjada en talento y disciplina
Míchel debutó en el primer equipo del Real Madrid en 1982 y rápidamente se adueñó de la banda derecha, desplegando un fútbol técnico, preciso y elegante. Su visión, su capacidad para asistir y su instinto goleador lo convirtieron en una figura imprescindible del conjunto blanco. A lo largo de su carrera conquistó seis Ligas españolas, dos Copas del Rey y dos Copas de la UEFA, dejando una huella profunda en el palmarés del club.
También destacó con la selección española, donde disputó 66 partidos y marcó 21 goles. Participó en dos Copas del Mundo y una Eurocopa, aportando siempre un liderazgo sereno y una madurez competitiva que lo distinguían dentro del grupo. Tras su etapa en el Real Madrid, vivió su capítulo final como jugador en México, defendiendo al Atlético Celaya, donde volvió a demostrar su capacidad de adaptación sin perder su esencia futbolística.
Del césped al banquillo: la evolución natural
Después de su retirada, Míchel inició una transición impecable hacia nuevos roles dentro del deporte. Primero como comentarista y analista, y posteriormente como entrenador, donde ha construido una trayectoria marcada por la disciplina y el estudio constante. A lo largo de su carrera ha dirigido al Rayo Vallecano, Real Madrid Castilla, Getafe, Sevilla, Olympiacos —donde obtuvo títulos— y al Olympique de Marsella, entre otros clubes.
Actualmente continúa su camino internacional como técnico del Al-Qadisiyah FC en Arabia Saudí, consolidándose como un estratega global. Su capacidad para adaptarse a diferentes culturas futbolísticas y su visión meticulosa del juego lo han convertido en un entrenador respetado tanto dentro como fuera de Europa.
Un legado que trasciende generaciones
En una época deportiva dominada por la inmediatez, Míchel encarna la permanencia de los valores clásicos: la dedicación, la fidelidad a una filosofía de juego y el respeto por el deporte. Su legado va más allá de los números y los títulos; es un ejemplo para generaciones de futbolistas y entrenadores que ven en él la síntesis entre talento natural y esfuerzo incansable.
La historia de Míchel es la de un hombre que ha sabido mantenerse vigente sin renunciar a su identidad. Su nombre continúa asociado a la elegancia, a la coherencia y a un modo de entender el fútbol que sigue inspirando, más de cuatro décadas después de su debut.
