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Nullarbor Links: el campo de golf más largo del mundo

Por Redacción

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Australia es un continente de extremos. Allí todo es más vasto, más salvaje, más intenso. No es de extrañar, entonces, que también albergue el campo de golf más largo del planeta. No hablamos de metros de césped ni de green inmaculado: Nullarbor Links es un recorrido de 1.365 kilómetros que se extiende a lo largo de la Eyre Highway, una de las carreteras más solitarias del mundo.

Este campo rompe todos los moldes: cada hoyo se encuentra en una localidad diferente, a veces separado del siguiente por más de 100 kilómetros. Los jugadores necesitan coche, combustible y sentido del humor para completarlo. Bienvenidos al golf más aventurero del planeta.

Un concepto único: hoyos en medio del «outback»

Nullarbor Links no es un campo de golf convencional. De hecho, se podría decir que no es un campo de golf en absoluto, sino una experiencia itinerante. Fue inaugurado en 2009 como una propuesta conjunta de pequeñas localidades del sur de Australia para atraer turismo a una región tan inhóspita como fascinante: el Nullarbor Plain, una planicie desértica sin árboles (de ahí su nombre en latín: nullus arbor) que ocupa más de 200.000 km².

El recorrido se extiende desde Kalgoorlie, en el oeste de Australia Occidental, hasta Ceduna, en Australia Meridional. Cada hoyo está situado en un lugar distinto: gasolineras, moteles, campos de golf locales o incluso zonas áridas reconvertidas con un tee, una bandera y una historia que contar.

18 hoyos, 1.365 kilómetros… y canguros

Aunque el número de hoyos es el clásico: 18, la distancia entre ellos convierte a Nullarbor Links en una especie de peregrinación laica para golfistas con espíritu viajero. En lugar de un carrito de golf, aquí se conduce un todoterreno o una caravana, y en vez de caddies, los jugadores se cruzan con emús, canguros y camellos salvajes.

Cada hoyo tiene su propio carácter y está acompañado por paneles informativos que cuentan anécdotas locales: historias de pioneros, leyendas aborígenes o detalles sobre la fauna. Algunos están construidos sobre alfombras de césped artificial; otros, directamente sobre tierra roja compactada. El desafío no es tanto técnico como simbólico: superar el calor, la distancia, el polvo y el aislamiento.

Kalgoorlie y Ceduna: los extremos del viaje

El hoyo inicial, “Cyprus Pines”, se encuentra en el campo de golf de Kalgoorlie, una ciudad minera con cierto aire de viejo oeste. Desde allí, el viajero-golfista comienza un recorrido que atraviesa paisajes lunares, acantilados sobre el océano y estaciones de servicio que parecen salidas de una película postapocalíptica.

El hoyo final, “Oyster Beds”, se encuentra en Ceduna, un pequeño pueblo costero famoso por sus ostras. A lo largo del recorrido, se pasa por localidades como Norseman, Balladonia, Caiguna, Madura, Eucla, Border Village o Nundroo, cada una con su propio encanto… y su propio hoyo.

Turismo y sostenibilidad en medio del desierto

Más allá de su extravagancia, Nullarbor Links nació con un propósito económico y social: reactivar comunidades pequeñas y remotas del sur de Australia, muchas de ellas en riesgo de despoblación. La idea fue tan original que atrajo la atención internacional: hoy, miles de turistas de todo el mundo se aventuran a recorrerlo cada año.

El campo cuenta con su tarjeta de puntuación oficial, que se puede sellar en cada hoyo para conseguir un certificado al finalizar. Existen incluso torneos especiales, como el Chasing the Sun Golf Tournament, que se celebra anualmente y combina deporte, gastronomía local y mucha camaradería.

Además, el proyecto ha adoptado criterios ecológicos: la mayoría de los hoyos utilizan superficies de bajo mantenimiento y los desplazamientos obligatorios ayudan a poner en valor una carretera poco transitada sin necesidad de nuevas infraestructuras.

Una experiencia para recordar

Nullarbor Links es mucho más que un campo de golf: es una travesía iniciática por una de las zonas más remotas y misteriosas del planeta. Es una forma diferente de conectar con el territorio, con sus historias y sus silencios. Aquí no se juega contra el par del campo, sino contra el viento, el sol y la inmensidad.

Quienes lo han completado no suelen recordar su puntuación, pero sí cada kilómetro, cada anécdota y cada puesta de sol sobre la llanura infinita. Porque en el Nullarbor, el golf es solo la excusa para embarcarse en una de las grandes aventuras de la carretera australiana.