Pasear por Via Monte Napoleone, la arteria más lujosa de Milán, es sumergirse en un desfile de escaparates que destilan moda, joyería y diseño italiano. Sin embargo, hay un punto de encuentro donde el lujo cambia de textura: se funde con azúcar glas, se hornea a fuego lento y se sirve con elegancia centenaria. Se trata de la Pasticceria Marchesi 1824, un ícono de la tradición repostera italiana, renacido con el aura estética de Prada.
Tradición con firma de alta costura
Fundada hace más de 200 años, Marchesi es una de las casas de pastelería más antiguas de Milán. Su unión con el Grupo Prada en 2014 supuso una fusión inédita: la herencia pastelera del siglo XIX se encontró con la visión estética de Miuccia Prada, resultando en espacios que deslumbran tanto por su diseño como por su dulzura. La sede de Via Monte Napoleone 9, inaugurada en 2015, es el perfecto ejemplo de esta alquimia.
Diseñado por el arquitecto Roberto Baciocchi, el interior rescata el encanto Belle Époque de la tienda original en Via Santa Maria alla Porta, con suelos de mármol, estanterías de madera de cerezo y tapizados en verde pistacho que invitan a quedarse. La luz natural baña las vitrinas, que parecen joyeros de confitería: panettones envueltos en papel seda, bombones alineados como gemas, y pasteles que coquetean con la perfección escultórica.
Una carta que despierta los sentidos
La experiencia Marchesi va más allá de lo visual. Su carta es una oda al gusto clásico milanés. El panettone artesanal, con masa madre y frutas confitadas, es el emblema indiscutible de la casa, disponible todo el año en versiones estacionales como albaricoque y almendra. Las tortas —Aurora, Sacher, Gianduja— se presentan en porciones o en formato completo, ideales para ceremonias íntimas o un café con aire de pasarela.
El chocolate, elaborado con granos finos y técnicas artesanas, seduce en bombones, barras y trufas. Las galletas (amaretti, baci di dama, brutti ma buoni) ofrecen texturas y aromas que evocan tardes de infancia italiana. La carta de café y té, seleccionada con precisión gourmet, se sirve en vajilla de porcelana a juego con la estética del lugar.
El ritual contemporáneo del buen gusto
La clientela de Marchesi en Via Monte Napoleone refleja la mezcla de mundos que representa la pastelería: milaneses elegantes que desayunan cornetti con espresso; turistas en busca de una pausa refinada; diseñadores y editores que encuentran allí su templo secreto. No es raro ver algún rostro conocido del mundo de la moda disfrutar discretamente de un brioche relleno de crema chantilly.
La atención al detalle es total. Desde el envoltorio con cintas bordadas hasta el servicio de mesa, Marchesi convierte la compra de un dulce en una experiencia de lujo sensorial. Los precios, como es de esperar, son elevados, pero la calidad y el entorno justifican cada euro: aquí se paga por formar parte de una narrativa donde el tiempo se detiene y el gusto es ley.
Marchesi sigue apostando por lo artesanal. Si bien ha expandido su presencia con locales en Galleria Vittorio Emanuele II y incluso en Londres, la tienda de Via Monte Napoleone sigue siendo su escaparate más simbólico. No sólo por su ubicación, sino porque encarna un estilo de vida que conjuga lo clásico y lo contemporáneo con la precisión de una receta perfecta.
Pasticceria Marchesi 1824 no es solo una pastelería. Es un manifiesto de cómo la alta repostería puede dialogar con la moda, el arte y la ciudad. Un lugar donde cada bocado cuenta una historia, y cada visita se convierte en un pequeño homenaje a la belleza de lo bien hecho.