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Robert Redford: El adiós de una leyenda

Por Redacción

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Robert Redford, nacido Charles Robert Redford Jr. el 18 de agosto de 1936 en Santa Mónica, California, falleció en la madrugada del 16 de septiembre de 2025, a los 89 años, en su hogar en Sundance, Utah. Arena, cine, naturaleza, ideales y compromiso: su vida se extinguió como vivió, serenamente, rodeado de lo que más amaba.

Una presencia que trasciende lo físico

Redford era mucho más que un rostro. Actor, director, productor, activista cultural y ecologista, se convirtió en el arquetipo del hombre elegante, reflexivo y ético. Su arte bebía de la belleza natural y de las verdaderas pasiones humanas, incluso de aquello íntimo y doloroso que casi nadie se atreve a mostrar. Su muerte, al dormir tranquilamente en su retiro amado, revela una vida agotada en plenitud y una despedida acorde con la coherencia que lo caracterizó.

De Santa Mónica a Sundance: el viaje de un visionario

Desde sus humildes orígenes en California, hijo de un padre contable y una madre ama de casa, Redford tuvo que abrirse camino en un mundo donde la fama suele demandar concesiones. Muchacho rebelde, marcado por la temprana pérdida de su madre y por experiencias de bohemia en Europa, encontró en el arte dramático una forma de dar forma a su sensibilidad.

En los años sesenta y setenta se convirtió en símbolo cinematográfico: de la aventura, del escapismo, de la elegancia natural, de la tensión entre el idealismo y lo mundano. Películas como Butch Cassidy and the Sundance Kid, The Sting, All the President’s Men o Out of Africa no solo reflejan su magnetismo, sino también su búsqueda de personajes que confrontaran autoridad, exploraran conflictos morales e implicaran cambios en lo personal y lo social.

El cineasta que hizo del cine una plataforma de verdad

Ya no bastaba con ser rostro, con ser protagonista: Redford dirigió. Ordinary People (1980) le valió el Óscar a Mejor Director y consolidó su posición como artista íntegro, capaz de mostrar las grietas del alma humana, la fragilidad de las relaciones y la tensión entre lo que aparece y lo que duele.

Fundó el Festival de Sundance y el Sundance Institute para fomentar el cine independiente, ese cine que no siempre busca la comodidad pero sí la honestidad. En sus últimos años siguió ligado al activismo, especialmente ambiental, y al impulso de nuevas voces creativas.

El lujo de lo auténtico, legado eterno

Con su partida, el lujo pierde un modelo que no se basó en ostentaciones glamorosas sino en elegancia de valores: la coherencia entre lo que se dice, lo que se vive y lo que se crea. Su casa en Sundance, los paisajes naturales que tanto lo inspiraron, la idea de que el arte debe tener raíz ética y política, la solidaridad con el planeta, todo esto es parte de lo que deja.

También dejó una familia —hijos, nietos— y una obra que seguirá hablándole a generaciones. El cine que se inspira en emociones genuinas, espacios naturales, narrativas conscientes; la cultura cinematográfica independiente fortalecida; el compromiso ambiental alimentado. Eso es su herencia.

Última mirada

Robert Redford se fue en septiembre, cuando aún el verano y la luz permiten contemplaciones largas. Su muerte en el sueño, en su hogar, recuerda que la grandeza no siempre exige ostentación: basta con la autenticidad. Su vida fue un continuo testimonio de que el lujo auténtico es vivir según lo que uno cree, crear según lo que uno siente, y dejar un mundo un poco más amplio, más verdadero, más hermoso. Redford ya no está con nosotros, pero su luz sigue encendida en los filmes, en la naturaleza que defendió y en los actos de quien decide que lo bello debe servir al bien y al sentido.